marzo 03, 2008

Tu excitante voz de estiramiento corporal por telefonía fija...

Acostumbraba a llamarte en las calurosas tardes que azotaron la ciudad. Como si se tratase siempre de la primera vez, recuerdo, me llenaba de nervios cuando contestabas y fingías sorprenderte por mi llamada.

Esa eras tu. Tan cruel, siempre dispuesta a torturarme, a hacer volar mi imaginación con tu risa, con tu suave voz que lentamente me transportaba al cielo y me hacía sentir un euforia tal, suficiente para distraerme el resto del día.

Era tu voz, más que cualquier cosa, lo que me hacía feliz, tu cálida voz que tanto amenizó mis aburridas tardes de verano.

Pero creo que en el fondo lo sabías todo y sentías hacerme un favor al inocentemente estirar tu anatomía y quejarte de la modorra... Ahí estaba, eso era lo que me hechizaba de ti, lo que alimentaba mi adicción, lo que me llevaba a llamarte a diario: tu excitante voz de estiramiento corporal por telefonía fija...

Aun disfruto recordándola, trayendo a mi mente la frecuencia, el color, todo!! Aun recuerdo que fue eso, y no tu belleza lo que produjo mi enamoramiento, aun recuerdo cómo me partió el corazón cuando por aquel motivo dejamos de hablar... Todavía sufro al recordar que por un pequeño error decidiste castigarme, quitándome aquello que me enloquecía de ti, tu voz, bendito sonido que en algún momento fue lo único que le importó a mis oídos.

Que triste es saber que morí para ti, que morí definitivamente y que no haz hallado quien con tanta pasión te escuche reír y desprender incoherencias de tu lengua. Que triste es que tampoco yo haya encontrado a quien escuchar en mi tiempo libre. Que triste es no poder sacar tu voz de mi mente. Que triste es no haberte olvidado a pesar del sufrimiento causado...