enero 22, 2014

NO SE VAYAN A VIVIR CON SU PAREJA (II)

Logras rehabilitarlo. Ya no fuma, no toma, no sale sin ti. Dejó de ser un pollerón y, gracias a Dios, todavía no conoces a tu suegra. Le cambiaste el closet, le botaste el bóxer raído que se ponía con tanta frecuencia, dejó de comer con cuchara, es más cariñoso contigo, ya no escucha a Ricardo Arjona. Ha cambiado por ti y para ti y eso te encanta. Cuando crees que todo va perfecto, te encuentras con que aún queda trabajo por hacer: se suena la nariz en la calle, le tienes que pedir que haga algo más de tres veces para terminar haciéndolo tú, deja la estufa sucia cuando cocina y, lo que se ha convertido en tu peor enemigo, deja su cabello por todas partes. Cuando estás sola en la casa es imposible no recordarlo mirando al piso, abriendo la nevera, doblando la ropa. En todas partes encuentras hebras de su melena, pero lo que más te enoja es encontrar una maraña en el desagüe del baño, agacharte, botarlos, para al día siguiente encontrar nuevamente el mismo espectáculo. Le gritas y deja de hacerlo por unos días. A la semana, nuevamente ocurre. Hay días en los que no sabes si detestarlo o destetarlo -o doblar un periódico y pegarle- y... te resignas.

Es hombre. No va a cambiar.

enero 07, 2014

V

Te levantas pensando que, nuevamente, te toca ir a cumplir horario en ese trabajo que has aprendido a detestar. Ese mismo que te quema profesionalmente y que sólo es una solución temporal a la que accediste esperando que saliera algo mejor. Recuerdas tu horrible perfil de recién egresado y te conformas un poco con pensar que la quincena se acerca. Aún así, no eres feliz. Hay días en los que llegas, das los buenos días y te provoca salir corriendo hasta desgastar los zapatos. Decides no ir. De curioso, abres páginas de ofertas laborales y evitas las lágrimas al ver que los que te gustan, no te sirven, los que te sirven, no pagan bien y los que pagan bien, no te gustan. "¿Para qué estudié esta carrera de mierda?" Te lo preguntas una y otra vez, sin encontrar respuesta satisfactoria. El ocio te gana y descubres que tu pareja, a pesar de todo el tiempo juntos, no deja de mentir a sus padres con respecto a la relación que lleva contigo. "Mi suegra no gusta de mí. Al menos una opinión menos que aguantarme." Sonríes aliviado. Tu mente empieza a divagar y bajas de la nube en la que te encuentras justo cuando notas que tu jefe te ha estado llamando. Ignoras las llamadas y decides que es un buen día para hacer uso del paupérrimo sistema de salud al que aportas felizmente.