
A diario despertaba pensando que había caído en una larga y profunda pesadilla. Se paraba de la cama esperanzada. Era ahí cuando, camino al baño, observaba a la despreciable criatura que dormía en la habitación contigua y nuevamente se lamentaba haber amanecido con vida. Así, pasaba el resto del día arrepintiéndose de haber traído a aquella pérfida y miserable hija al mundo. "No ha hecho cosa distinta a traerme problemas desde que nació. ¡Serían 20 años más felices...!" Pensaba mientras su tez era arrugada por ademanes de odio y terminaba de hacer el recorrido hacia el único lugar en el que se sentía en paz.