Lo prometido no es deuda. Eso pensaba para excusar su adicción a quedarle mal a todo el mundo. Entonces, era una persona incumplida y psicorrígida con ligeros -altos- toques de amargura y resentimiento. Entre sus adicciones, se encontraba la de coleccionar pésimos recuerdos de todo y de todos, concibiendo el suicidio siempre como estrategia única para darle fin al martirio que, desde hacía ratos, ya no era sólo suyo. Era eso, o improvisar. Anoche, optó por lo segundo. Creyó arriesgar el vestigio de cordura que aún la acompañaba jugando de local. Y así, con el pasar de las horas, en el rol de sí misma, vivió su entorno a través de tus ojos, logrando ver dibujado en los vidrios de las calles un semblante nuevo.
Dicen que la vida, es como una obra de teatro. Cada quien escoge su mejor disfraz e interpreta de la mejor manera su personaje.
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