Debo admitirlo. Estoy obsesionada con el movimiento de tus caderas mientras me miras a los ojos y me haces tuya. No he pensado en más nada desde la última vez. No es sano que siga recordando. Quiero nuevos escenarios, nuevas posiciones, nuevos mordiscos, nuevos orgasmos. Te quiero a ti y todo lo que incluya tenerte. Quiero bloquearte con mis piernas mientras nos robamos sonrisas. O mejor, quiero volverte loco al ritmo de mi voz entrecortada gimiendo tu nombre. Lléname. Átame. Maltrátame. Átame. Puedes hacer cualquier cosa que prolongue mi felicidad en tu piel. O puedes no hacerla, pero deberías. Simplemente deberías...verme.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHoy leí algo super bacano. Imagina que la sensualidad de una mujer se redujera al lóbulo de su oreja; solo a esa parte, suave, delicada, pequeña. Y que a partir de las sensación que se produzca en ese efecto de acercarse al lóbulo, surja una fijación absoluta por buscar a esa mujer en otras.
ResponderEliminar