mayo 24, 2009

INTERLUDIO

De repente supe que debía deshacerme de la acostumbrada rutina y exceptuar el seguimiento de la decena de pasos a seguir para alcanzar el objetivo en la mira. No valía la pena hacer automática la función porque en el fondo sabía que contigo no funcionaría… No, esta vez no funcionaría con alguien tan parecido a mí. Supuse que mi estrategia fallaría con uno de tu tipo. ¿Serás lo que he estado buscando? Para ser sincera, lo dudo. Creo, más bien, que eras lo que necesitaba encontrar de la nada. También supe que no serías tan fácil como otros, o por lo menos eso esperaba, para no desilusionar mi obsesión por ti ni calmar la pasión que inundaba mis sentidos al divisar tu figura.

Ignoré lo predecible que luzco delante de ti, para sentirme cada vez más atraída por tus años, por tus canas, por tu deslumbrante experiencia. Pasé por alto lo irritante que logras ser, lo perturbadoras que son tus palabras, lo intimidante de tus gestos y, nuevamente, me entregué totalmente a mis deseos y decidí ir tras de ti, queriendo alcanzarte o, al menos, pisar tus talones, con la ilusión de superar el reto de invertir los papeles.

Sin embargo, a mitad de camino quise desistir, quise recordar mis ataduras y cortar las alas, sin darme cuenta de lo rápido que estas crecían a mis espaldas para elevarme una vez más y conseguir algo de ti, cualquier cosa de ti que satisficiera mi sed y me quitara esta frustración. Pero no fue posible, cuando quise despegar ya estabas demasiado lejos y me recordaste que desde arriba las cosas tienen un mejor color y lo mucho que duele no ser suficiente para llenar las expectativas del ser amado.