Son pocas las horas que faltan para dar fin a este año, tan lleno de mierda, que me empalagó. Fueron demasiadas las lágrimas derramadas, pero en igual medida, las carcajadas que dejé escapar estrepitosamente rompiendo muchos silencios. Fueron muchos días gastados concibiendo el suicidio como única salida a este caos que ha quedado de mi vida. Ayer fue uno de ellos. En otra ocasión, quizás les cuente cómo arruiné mi relación familiar un 30 de diciembre, o a lo mejor no.
2011 fue un año en que la opinión popular supo tildarme, en distintas ocasiones y épocas, de ingrata. Por tal motivo, quiero agradecer a todos los que estuvieron a mi lado, no sólo en momentos de dificultad, sino también en las buenas. A los que ya no están en mi círculo social, gracias también... Lo que no sirve, que no estorbe, pero seguramente, también pasé buenos momentos con ustedes. Al Ricardo y al José, gracias por hacerme pasar momentos buenos y por hacerme coger rabietas, gracias por aguantarse mi volubilidad.
En fin. En medio de una depresión hijueputa y con los ánimos quebrados, paso por acá a desearle feliz año nuevo a quienes aun me leen, a quienes aun me toleran... Abrazos miles y que el año que entra esté lleno de bendiciones y buenas energías para todos (aunque esto último me lo tomo para mí mejor).