marzo 07, 2011

PORCELANA




Era inútil ser una rareza. En una vitrina, aburrida esperaba que alguien decidiera comprarla, pero cualquier mueca o movimiento eran en vano, todos querían pagar un menor precio por ejemplares más comunes. Entre telarañas, soñaba con el día en que alguna persona se apiadara de su soledad y con uno de esos papeles coloridos decidiera llevarla consigo. Llegó el día. Con una sonrisa dibujada, iba de la mano de un hombre alto, algo delgado y de cabello negro. No cabía de la emoción, era tal como lo había imaginado. La vida en su nuevo hogar fue mágica desde el primer día, pero pronto, los defectos de fábrica aburrieron a su salvador, quién terminó por desecharla y olvidar por completo las tardes de té en el jardín a su lado. Como dije, era inútil ser una rareza.