febrero 12, 2014

¿QUIÉN...?

A pesar de haber agotado todos los recursos, me pedía que lo intentáramos una vez más, por el niño. Odiaba que siempre usara esa razón para hacerme desistir de separarnos. Por años fue lo mismo, peleábamos una o dos veces por semana, yo me entusiasmaba a hacer maletas y devolverme temporalmente a casa de mis padres y ella lo despertaba, lo hacía llorar y me hacía dudar. En esas me tuvo hasta que el niño dejó de serlo, fue a la universidad y de la nada llegó un día con cara de haberse tirado el semestre a decirnos que debía hablar con nosotros. 

En ese entonces, me tenía harta. Lo único que hacía era irse de tragos con los amigos y cuando estaba en casa era el televisor quien ocupaba mi lugar en su mente. Estuve en ayuno por varias semanas y decidí que lo mejor era regalarlo, pero compró otro. Siempre amenazaba con irse como un cobarde en lugar de quedarse a luchar por sacar adelante a nuestro hijo. Todo el tiempo pensé que tenía otra y que era esa la razón por la que me rechazaba, como si le diera asco. Lo peor fue cuando Carlitos fue a la universidad, jamás estuvo ahí para ver el demonio que tenía nuestro hijo dentro y la clase de amigos con que se juntaba. El niño nos sentó un día, después de comer porque tenía algo importante que hablar con nosotros. 

¡Me salió marica el pelao! ¿Qué mierda hice para que mi único hijo me pagara así? La culpa es de ella, se la pasaba todo el día en la Iglesia y cuando no estaban las amigas escandalosas que tenía orando y gritando pendejadas en el nombre de Jesús para que yo dejara de hacer esto o empezara a hacer lo otro. Carlos Andrés  intentó hacerme entrar en razón, me dijo que no era culpa de nadie, que simplemente le gustaban los hombres y ya. Pero no me podía permitir esa vergüenza. Una familia de abogados no podía darse el lujo de tener una pasarela en lugar de una oficina seria y de prestigio.

Carlitos es gay. Hubiese preferido que nos dijera que había preñado a alguien, pero no. En él había un espíritu de homosexualidad que obviamente era culpa de Carlos. No estuvo ahí el tiempo suficiente para criarlo conforme a la Palabra de Dios, para enseñarlo a ser un hombre o, simplemente, para detectar a tiempo su mal. Mi vida se derrumbó y recordé todas las veces que a punta de gritos lo despertábamos de tanto pelear y él se quedaba mirando lejos, como si entendiera más que nosotros las cosas de la vida. Los odio a los dos. No sé por qué Dios me castiga así.

Mis papás están enfermosDijo Carlos Andrés antes de pedirle al pastor permiso para retirarse.