octubre 21, 2011

LETARGO

Sentada en un escritorio al que no terminaba de acostumbrarse miraba la gente pasar mientras buscaba la mejor forma de despedirse de arquetipos de nunca acabar. Al fin y al cabo, no era malo pensar en desconocidos cuando lo único en riesgo era otra fracción más de su desvirtuado tiempo.

Cansada de haber perdido la capacidad de crear, intentó conformarse con fantasear un poco con el cosmos detrás de las manos que, camufladas en veintitantas pulgadas, a diario tantos minutos le hacían perder en medio de carcajadas que interrumpían su rutinaria labor.

Razonó demasiado. Tuvo que transcurrir una eternidad para que concluyera que ya no bastaba con cerrar los ojos en horario de oficina.