julio 14, 2010

SUBTERFUGIO

Mientras todos corrían y buscaban refugio, ella caminaba tranquila bajo la lluvia. Ver como el agua recorría su cuerpo y mojaba rapidamente sus ropas y sentir como su cuerpo se enfríaba, le hicieron adentrarse más en el letargo que la consumía desde su última partida. Percibía vagamente la algarabía presente en las inundadas calles que la vieron crecer. Era otra. Ya no quedaba el más vago vestigio de esa mujer dulce y alegre que conocí. Desde mi ventana, solo pude ver la húmeda caravana dirigida por aquel ser retraído que era seguido por sus demonios. Noté que le decían algo, que le susurraban todos a la vez. Me habría gustado escuchar exactamente que le dictaban a sus oídos. Tal vez así hubiese sido más fácil entender por qué pensó que la única forma de silenciarlos era renunciar a su estadía en este mundo.

Hay quienes dicen que, mirada perdida y manos en las orejas, sonrió al ver descender al vehículo que prontamente le regalaría la paz que sus tristezas le habían arrebatado.

2 comentarios:

  1. No es recomendable escuchar los demonios ajenos. Si así lo hubiera hecho se hubieran ido las dos juntas.

    Salú pue.

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  2. El cuento que solitaste a cambio de tu nombre, hoy, por fin, está publicado. Espero tus comentarios. Gracias por confiarme tu nombre.

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