septiembre 25, 2013

OCHO

—Me aburrí de imaginarte y simplemente voy a hacer esto.

Eso fue lo que dijo antes de abalanzarse sobre mí e intentar besarme sin importarle quién pudiera vernos. Quise detenerle y, como de costumbre, sólo di para hacerle otra pregunta innecesaria relacionada con su matrimonio.

—Las cosas están bien por allá.

Nuevamente, mi cabeza dio vueltas tratando de encontrar la razón por la que quería estar conmigo si con su pareja todo marchaba de maravilla. Lo único diferente fue que esta vez no tardé mucho para pensar al respecto y, aún sin respuesta, decidí ser complaciente. Le besé y, sin las maricadas de la gente que se ama, todo fue más claro.


Por la forma en la que todo se dio terminé por concluir que el problema no era ningún problema. Sólo era yo, que sin explicaciones existentes, tenía la facultad de enloquecerle.

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