enero 07, 2014

V

Te levantas pensando que, nuevamente, te toca ir a cumplir horario en ese trabajo que has aprendido a detestar. Ese mismo que te quema profesionalmente y que sólo es una solución temporal a la que accediste esperando que saliera algo mejor. Recuerdas tu horrible perfil de recién egresado y te conformas un poco con pensar que la quincena se acerca. Aún así, no eres feliz. Hay días en los que llegas, das los buenos días y te provoca salir corriendo hasta desgastar los zapatos. Decides no ir. De curioso, abres páginas de ofertas laborales y evitas las lágrimas al ver que los que te gustan, no te sirven, los que te sirven, no pagan bien y los que pagan bien, no te gustan. "¿Para qué estudié esta carrera de mierda?" Te lo preguntas una y otra vez, sin encontrar respuesta satisfactoria. El ocio te gana y descubres que tu pareja, a pesar de todo el tiempo juntos, no deja de mentir a sus padres con respecto a la relación que lleva contigo. "Mi suegra no gusta de mí. Al menos una opinión menos que aguantarme." Sonríes aliviado. Tu mente empieza a divagar y bajas de la nube en la que te encuentras justo cuando notas que tu jefe te ha estado llamando. Ignoras las llamadas y decides que es un buen día para hacer uso del paupérrimo sistema de salud al que aportas felizmente.

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