diciembre 19, 2011

AUTORRETRATO (iii)


Es adicta al sexo. No hay nada que la haga sentir más viva que las manos de un hombre recorriendo su cuerpo de pies a cabeza. Sin embargo, ha caído en períodos en los que pierde el deseo totalmente. Su vida es escenario de la dejadez cada vez que recuerda esos dos episodios que tanto la marcaron. De un tiempo para acá, le resulta imposible olvidar las agresiones de su anterior pareja. Pero eso es nada en comparación con su otro demonio. No logra datar con exactitud los hechos, pero los rememora con exactitud. 

Se encontraba llenando un crucigrama en casa de una vecina. El ruido que los infantes presentes hacían mientras corrían, al parecer, no era suficiente para desconcentrarla de su pasatiempo favorito. Lo había heredado de sus padres. En esa época era raro ver a una niña que no superaba los 8 años, lapicero en mano mientras los demás se escondían tras los muebles. De repente, mientras daba con los nombres de políticos y actores de la época, sintió como su tranquilidad era interrumpida al ritmo de esas curiosas manos que invadían su inocencia. No hubo penetración. Seguía siendo virgen, pero eso no era suficiente para desalojar la idea de impureza que abrazaba su aura. Desde ese día su historia se partió en dos.

Desde ese día, dejé de verme en primera persona.

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