febrero 25, 2012

PARÁLISIS

Soñé con él y mi tranquilidad fue a templar al mismo sitio que mi cordura y mi conciencia. Lo vi acercarse y, en esta ocasión, fueron sus manos y no sus letras las que atravesaron mi anatomía. Me sentí extasiada cuando mis labios alcanzaron su piel en lugar de sus pensamientos. Disfruté, con culpa pero sin vergüenza, cada segundo de su recorrido por mis piernas y, luego, decidí envolverlo en mis perversiones.

Fue demasiado fácil jugar a los reemplazos... Palabras por gemidos; sonrisas solitarias por caricias profanas; vistazos por la fusión de nuestros sexos...

Tan fácil. Tan adictivo. Tan insensato. Adentrarme en el error -o dejar que el entrara en mí- aun conociendo las consecuencias envició tanto mis sentidos que procedí, sin pensar...




Abrí los ojos. El día me invitaba a salir de la cama, pero yo no estaba despierta. Seguía inmersa en la oscuridad de mis transgresiones. Sin embargo, alcancé a vislumbrar que la solución se había mudado a sus manos.

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