febrero 14, 2012

PODENCO

Sufría. La felicidad fugaz nunca había sido de su agrado. Al ritmo de sus lágrimas comprendía que coleccionando retazos sólo prolongaba la hechura de su tan anhelado vestido.


***

Llegó el día. Había buscado innumerables razones para forzar su aversión hacia él. "Ingrato animal" decía para sus adentros mientras lo miraba fijamente.

Pese a las constantes mordidas, la plenitud que la abrazaba al corresponder sus ladridos alimentándolo la hacía sentir feliz.

Odiaba todo de él. Su pelaje. Sus torpes saltitos al recibirla por la noche. Su tonto gesto cada vez que esperaba recibir una galleta. Sus movimientos al hacerse espacio en la cama...

Amaba todo de él. Sus efusivos recibimientos. Lo indispensable que la hacía sentir. Sus aullidos cada vez que, asomado a la ventana, la veía marcharse a trabajar. Sus lengüetazos matutinos...

Ya no podía mantenerlo en su apartamento. Había crecido más de lo esperado y le resultaba muy complicado cuidar de él.

Con lágrimas en los ojos abrió la puerta para dejarlo ir... Pero el can seguía a su lado.

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