mayo 05, 2012

AUSENTE


Mientras hablaba contigo, me sentía un poco perturbada por la presencia de una cucaracha que recorría la sala como si se tratara de un parque. No le presté mucha atención a lo que me contabas de la oficina, porque era inevitable mirar a todos lados para no perderla de vista. Temía que me atacara, aunque tenía los pies sobre otra silla. Aun así, era incapaz de matarla. Me daba asco, me daba miedo fallar en el intento y que se me subiera a un brazo o algo así. 

Hablabas de los abusos de tu jefe, pero no hacía otra cosa distinta a preguntarme por la edad y el sexo de la cucaracha y por qué estaba fuera de su hogar tan tarde. ¿Acaso no la esperaba nadie? O quizás tendría algún familiar abusivo que la hacía preferir estar en la calle buscando una mala hora. ¿Se sentiría un ser humano cuando la vida se le volvía mierda? De repente fui a leer que me decías y desapareció. Creo que mi curiosidad la acosó, leyó mi mente y se sintió sucia por haberle recordado algún trauma de infancia y prefirió ocultarse. 

¡No me lo vas a creer! Tardé en contestarte porque me agaché a buscarla debajo de la mesa y encontré su número. Pobre cucaracha. A lo mejor lo único que desea es hablar con alguien que no la conozca para sentir que escapa un rato de su triste realidad.

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