mayo 31, 2012

SOLAR

Con cada trago vinieron a mi mente todas las personas que observé ayer en el parque. La vendedora que alimentaba a las palomas, el joven que hablaba por teléfono con la novia, el padre que corría tras su inquieto hijo, el señor que simulaba trabajar mientras seguía con ojos morbosos a cuanta fémina pasaba, el dibujante que fumaba con desespero, el loco que dormía en la banca de al lado... Casi pude verme, ahí, con los ojos cansados haciéndome la interesante mientras me tragaba los últimos pedazos de una absurda depresión. Pensaba en ti, en las estupideces que nos decimos. Sonreía. Imaginaba que invadíamos cada centímetro de piel mutua. Volví al bar. Hablaba con mi amiga y a la vez seguía pensándote. No pedí hacerte mi compañía predilecta durante mi encierro, pero no hice nada para evitarlo. Lo triste es que cada cosa me recuerda tus palabras. Pienso en los hijos que no tendré y le invento cualquier cosa, ella no tiene por qué saber la verdadera razón. No te culpo, tú no me obligaste a renunciar. 


Lo mejor es que dejar de leer tantos diagnósticos por internet y buscar un especialista para salir de dudas. Sólo para eso...

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