enero 22, 2014

NO SE VAYAN A VIVIR CON SU PAREJA (II)

Logras rehabilitarlo. Ya no fuma, no toma, no sale sin ti. Dejó de ser un pollerón y, gracias a Dios, todavía no conoces a tu suegra. Le cambiaste el closet, le botaste el bóxer raído que se ponía con tanta frecuencia, dejó de comer con cuchara, es más cariñoso contigo, ya no escucha a Ricardo Arjona. Ha cambiado por ti y para ti y eso te encanta. Cuando crees que todo va perfecto, te encuentras con que aún queda trabajo por hacer: se suena la nariz en la calle, le tienes que pedir que haga algo más de tres veces para terminar haciéndolo tú, deja la estufa sucia cuando cocina y, lo que se ha convertido en tu peor enemigo, deja su cabello por todas partes. Cuando estás sola en la casa es imposible no recordarlo mirando al piso, abriendo la nevera, doblando la ropa. En todas partes encuentras hebras de su melena, pero lo que más te enoja es encontrar una maraña en el desagüe del baño, agacharte, botarlos, para al día siguiente encontrar nuevamente el mismo espectáculo. Le gritas y deja de hacerlo por unos días. A la semana, nuevamente ocurre. Hay días en los que no sabes si detestarlo o destetarlo -o doblar un periódico y pegarle- y... te resignas.

Es hombre. No va a cambiar.

2 comentarios:

  1. Conozco hembras así. Anda, que ni el orden es prerrogativa femenina, ni el desorden masculina.

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  2. Yo soy más desordenada, pero no le digas a nadie jajajaaj

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