septiembre 28, 2009

VIDA SIN OBRA DE UNA RAPSODA ASFIXIADA

A sus 54 años, Rosario era una mujer solitaria y obsesionada con los escenarios. Desde niña soñó con alcanzar la fama, llenar salones y bares, con estampidas de gente que morían de ganas por escuchar su música, tenerla cerca y llevarse a casa un poco de su alegría.

Creció con ese deseo que abrazaba cada uno de sus huesos y le impedía hacer otra cosa en la vida distinta a cantar, tanto así que ni el cáncer pudo frustrar su ilusión…
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Esa mañana de abril, una multitud conformada por familiares, amigos y conocidos atiborraban la sala 3 de la funeraria para darle, en medio de lágrimas, un último adiós al silencioso cuerpo que yacía en el floreado ataúd.

1 comentario:

  1. breve y conciso.. excelente madresita muy particular la historia e intrigante....

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