diciembre 13, 2012

ESPERA (I)


Aunque fingí indiferencia la primera vez que descubrí a Gustavo mirándome, lo cierto es que por dentro moría de la emoción. Creo que fue inmediata la acción de imaginar sus manos desabrochar mi blusa y hasta alcancé a ver el contraste del tatuaje que ocupaba su antebrazo izquierdo con mis pijamas. Era muy absurdo porque para ese entonces ni su nombre conocía y aún así, sentía que no había poder humano que me hiciera dudar de mis ganas de estar con él.

Quién sabe… Quizás uno de estos sea el hombre de mi vida—. Le dije a Astrid mientras escaneaba el entorno—Aunque queda claro que yo aquí vine a trabajar y no a buscar novio.
No finjas—Fue lo único que dijo mientras lanzaba una mirada de comprensión y complicidad.

Astrid era una de las dos amigas que había hecho en el trabajo. Constantemente hacía comentarios fuera de lugar y se reía de mis ocurrencias y estaba muy enamorada de su novio.

Olvidé decirte
¡¿Qué?! —Me apresuré a decirle como quien sabe que recibirá una noticia agradable.
Ayer, cuando iba de salida, uno de los de aquí me preguntó tu nombre.
¿Quién? ¿Cómo? ¿Qué dijo?
A ese sí te lo apruebo. Flaco, estatura media, cabello oscuro y tatuaje en el brazo.
¿Qué tiene tatuado? —En ese momento ya estaba convencida de algo: Me iba a gustar.
No sé. Una cosa toda rara.
Tengo que saber quién es.
Yo te lo muestro. Voy a estar pendiente. Pero me gusta, se nota que no es tan lanzado y, además, tiene una sonrisa como para darle tres hijos.

En ese momento, supongo que la frustración de no poder resolver mi duda de inmediato me obligó a apartarme un rato para fumar un cigarrillo que terminaron siendo dos. Todo esto para que al volver Sandra respaldara la opinión de Astrid afirmando que estaba hecho justo para mí.

Fue complicado concentrarme esa tarde. Estuve imaginando el físico de mi pretendiente anónimo. A todas estas, ¿qué tal si no era pretendiente? ¿Y si sólo quería saber mi nombre porque alguien más le pidió que averiguara? Moría de curiosidad y lo único que de vez en cuando me distraía era el hecho de estar coqueteando con otro compañero al que SÍ le conocía la cara.

Continúa...

No hay comentarios:

Publicar un comentario