diciembre 18, 2012

ESPERA (III)

Quedé con Esteban para tomar algo. Y, aunque días atrás hubiese hecho cualquier cosa por lograr salir con él, ahora no había nada distinto a Gustavo en mi cabeza.

Esteban era mi traga más reciente. Se supone que era la persona con la que quería estar y otras cosas que olvidé desde el primer día que vi a Gustavo.

—Llegaré un poco tarde esta noche— No quise justifcar mi impuntualidad, porque realmente quería salir con mis amigas a despejar la cabeza.
—Pero contamos contigo. No puedes quedarnos mal.— Contestó Astrid algo desconfiada.

Lo cierto es que sólo iba a salir con Esteban para ver si de esa forma se disipaba un poco, o mucho, mi fijación con Gustavo. Esa tarde, llegué al punto de inyectar ideas con el fin de autoengañarme y convencerme de lo buen partido que era Esteban y que, seguramente, podría tener algo con él.

Nuevamente, mi diálogo interno fue interrumpido. Gustavo y su sonrisa se atravesaron por mi camino para hacerme olvidar por un momento mis planes.

"Debe lucir igual de perfecto sin ropa." Me sonrojé con mis propios pensamientos justo para descubrirlo reparándome el cuerpo. En ese momento, no sabía si alegrarme o sentirme sucia y morboseada. Aunque lo segundo era una reacción bastante cínica teniendo en cuenta que llevaba noches pensando en chupársela hasta el cansancio.

Y ahí estaba atontada con mis perversiones cuando el teléfono me trajo de vuelta. Esteban quería confirmar. Le dije que sí, cuando el único sitio en el que quería estar era en la huesuda anatomía de Gustavo.

Confiada en la infalible idea de salir con Esteban volví a mis labores. En una de las tantas 'pausas activas' que atrevidamente me concedo decidí caminar por el pasillo. Ahí estaba. 

<<¿Cómo putas se las arregla para estar siempre en los sitios que recorro?>> Y fue ahí cuando casi por impulso me acerqué a él con la excusa más estúpida jamás vista:

—Oye, me gusta tu tatuaje. ¿Hace cuánto lo tienes?
—Dos años.
—Ah bueno. Era eso lo que quería decirte.—¡Noooooo! No era sólo eso. Me lo quería comer a besos.—Chao.

Esa era yo. Ridícula, torpe y evidente. Casi muero de la vergüenza cuando la puerta se atrancó y tardé un poco más de lo esperado en escapar del desastre que acababa de hacer.

—Diana, ¿qué harás hoy?
—Ehhh... NADA.

Continúa...

¿Cómo carajos comenzó esto?


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