noviembre 03, 2011

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Amaba inspirar seguridad. De humor mordaz e imperturbable en cuestiones afectivas, justificaba desmedidamente sus maneras y acostumbraba a culpar a otros de su infortunio. Fingía ser amante del riesgo y sonreía con hipocresía ante las críticas que a diario recibía.

Ahí estaba, hecha un manojo de nervios, toda defectos. Maquillaje corrido, agotada tras un largo camino y precisando su aprobación. Practicaba una y otra vez una sonrisa natural que, deformada en el espejo sólo dejaba entrever una horrible mueca.

Y es que eso de llegar horas antes de lo pactado era indispensable para lograr estar tan perfecta como en los retratos.


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Pese a la alegría que quiso demostrar, un extraño ademán se apoderó de su rostro al ver llegar al desdibujado hombre al que hacía años llamaba 'viejo'.

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