junio 29, 2012

INHABILITADA



5:30 am. Demasiadas personas son las que se arrastran en las calles del centro histórico de esta inmunda ciudad esperando una oportunidad que tal vez no llegará. Los primeros acamparon en la calle desde la noche anterior. Me pregunto si no tendrán vida. Si tienen, lo que no tienen es empleo. Los hay de todos los tamaños, estratos y colores y contrastan -casi que chillando- con el grupo de cachacos amanecidos al son de un conjunto vallenato. Este fue el día, no sólo de las ilusiones, también de los vendedores ambulantes que distraen un poco el ambiente de espera eterna presente en todos los que hacemos fila. No sé cuántos, al igual que yo, se han pasado de largo por el simple hecho de no aguantar lata en la casa por no estar haciendo un carajo. Hay unos que tienen cara de necesidad económica. La mía es de paz exterior.

Mientras mi primo ameniza el sector en que nos encontramos pienso un poco en lo deprimente que es escuchar frases tipo: "Lo sentimos, usted es profesional y nosotros necesitamos tecnólogos." ¡Maldita sea! ¿5 años para qué? No importa. Me distraigo levemente y pienso que no me gusta mi profesión y que quizás por eso estoy condenada a no ser exitosa en lo que hago. ¿A quién engaño? ¿Por qué no hacer algo que me guste? ¿Por qué no me pagan por dibujarme con David en situaciones absurdas? Los escucho a todos. Hablan de política, de televisión, de las presentadoras putas, de las cartageneras putas, de la puta vida y de lo fácil que sería conseguirse a un vejete en lugar de trabajar.

Qué jodido es rehusarse a pedir ayuda a quién luego cobrará el favor o, en su defecto, lo echará en cara para siempre. Qué deprimente es pensar en lo que no se tiene. ¿Qué precio tiene la desesperación? ¿Qué tan flexible es la dignidad? ¿Qué tan humillada me siento en medio de toda esa gente? ¿Por qué mi ser se ha reducido a una estúpida estadística nacional? ¿Qué hago aquí? ¿Qué tanto dolor puede resistir mi cuerpo? 

11 horas perdidas de mi vida. 11 horas que se reducen a la columna más jodida que en el post anterior, los pies envejigados y el alma resentida. 11 horas para ver como la gente que no está en nuestra situación nos mira por encima del hombro mientras camina estallando en carcajadas. 11 horas añorando mi cama. 11 horas que, desde el primer segundo sólo cobraron significancia por saber que terminaría desahogándome aquí. 11 horas de Colombia tierra querida. 11 horas de mierda...

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